Generalmente cuando escuchamos la palabra turismo solemos pensar en pasaportes, maletas, viajes, gastos, dinero....  La RAE define turismo como “actividad o hecho de viajar por placer”. Para la Organización Mundial del Turismo, son “actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos a su entorno habitual…”, y en países como la República Dominicana se piensa en la renombrada “industria sin chimeneas”, que favorece el desarrollo socioeconómico de nuestra media isla a través de la participación de diferentes sectores poblacionales y empresariales.

Pero en pocas ocasiones se nos ocurre pensar en la gente, verdaderos protagonistas que “construyen” el turismo y en cómo las afecta esta actividad. Me refiero a un enfoque diferente centrado en las personas, en sus búsquedas, intentos, tropezones, sinsabores, emociones, autoestima y logros alcanzados.

Pensemos en las mujeres a las que hace referencia Maricha Martínez Sosa en su artículo/reportaje publicado acá en Quemáshago.com, sobre el proyecto llamado Sonido del Yaque. ¿Cómo vivían antes de iniciar el proyecto? ¿Qué esperaban de su trabajo diario? ¿Qué pensaban les deparaba el futuro a ellas y a sus familias? ¿Qué ha cambiado en sus vidas, expectativas y logros? ¿Qué aprendizajes se han alcanzado?

Esas preguntas podrían encontrar respuesta en las variables psicológicas que han sido decisivas para el éxito de su emprendimiento. Las mujeres de esa zona del Cibao se limitaban a hacer lo que sus madres y abuelas hicieron toda la vida: casarse, atender al marido, parir y criar hijos y… verlos decaer por la falta de posibilidades de “ser alguien” en su propia tierra.

Hasta que llegó el momento de detenerse y ver, analizar, buscar, arriesgarse, crear, tener esperanza y… lograr que ese sueño se convirtiera en realidad. Ellas intentaron ser diferentes, independientes, buscadoras incansables de alternativas a sus limitaciones sociales y económicas, ejemplo de empoderamiento, emprendimiento y logro, se negaron a cumplir la profecía autorrealizada en sí mismas. Fueron capaces de buscar diferentes formas de hacer lo mejor, de tratar, fracasar e intentar de nuevo.

Es un hermoso trayecto el que ha recorrido ese proyecto ecoturístico. Debemos fijarnos, además de la generación de ingresos o la atracción para la “gente de fuera”, en cómo el sentimiento de logro se fue afianzando, en la autoestima positiva cada vez más alta, en subir peldaños que nunca imaginaron podrían escalar. En ver a su comunidad que languidecía por el tedio, el hambre y la falta de oportunidades, que perdía a sus miembros más vulnerables, que lloraba el éxodo de sus jóvenes buscando otros horizontes; convertida en un grupo humano caracterizado por la confianza, la esperanza, la alegría de vivir sus valores sin abandonar su casa.

Es una comunidad que ha convertido en realidad la frase “el éxito engendra el éxito”, que trabaja 24/7 con la alegre convicción de que han crecido y seguirán creciendo, de lograr autorreforzar sus conductas positivas, que vive el hoy con una perspectiva de mañana, que no se limita a ver pasar horas, días y semanas esperando que… y nunca sucedía.

El enfoque del turismo al que hacemos referencia es el que le ha permitido a esas mujeres emprendedoras convertir su experiencia en un referente de logro en base al trabajo en equipo y a la autoconfianza, en un excelente modelo a seguir, excelente ejemplo para tratarse en un texto de psicología sobre el aprendizaje por imitación por otras comunidades cercanas o distantes, sin dejar atrás sus costumbres, su comida, su acento, su tierna capacidad de acoger al visitante. Es la autorrealización convertida en realidad en sus vidas y las de los suyos, siendo profetas en su propia tierra y decididas a no abrir nunca la puerta al fracaso. Es la asertividad asumida como parte natural del ser y el quehacer de ese grupo humano.

Es recibir al visitante, nativo o extranjero, ofreciéndole lo mejor de ellas mismas para esperar de cada uno de ellos la esperanza de una vida digna y recompensante, haciendo lo que conocen desde siempre pero con una mirada dirigida hacia ellas mismas que les devuelve una hermosa imagen de gente trabajadora, que cree en el poder de su propia unión, en afianzar los pies en su tierra y en la búsqueda de cumbres que cada vez están más cerca de ser alcanzadas, es un turismo humanizado y lleno de emociones gratificantes que hace sonreír mientras se trabaja y se lucha por ser feliz, meta tan importante actualmente, que es una asignatura importante en algunas universidades que entienden como ese sentimiento nos permite disfrutar siendo personas cada vez más creativas y productivas.

 

Foto: Maricha Martínez Sosa